Abstract

La Isla decepción es una de las zonas del territorio antártico que retienen su actividad geotérmica hasta la actualidad, con suelos cuyas temperaturas oscilan entre los 40°C y los 70°C. A partir de una muestra obtenida de éstos suelos se aisló el Geobacillus sp. ID17, un termófilo aeróbico moderadamente halotolerante, que presenta condiciones óptimas de crecimiento a pH 7,5 y 65°C. Una característica interesante observada en este microorganismo es la presencia una actividad Lacasa detectable en su extracto crudo intracelular. Las Lacasas son enzimas de la familia de las multicobre oxidasas que catalizan la oxidación de compuestos aromáticos con sustituyentes nucleofílicos como fenoles o aminas primarias, y presentan una interesante amplitud de sustratos la cual parece variar de especie en especie lo que alimenta la motivación de encontrar y caracterizar nuevas enzimas de esta clase. Las lacasas han sido estudiadas tanto desde el punto de vista de su mecanismo de reacción, el cual las incluye dentro de las oxidoreductasas, como en búsqueda de aplicaciones biotecnológicas ya que entre las enzimas oxidativas, el hecho de que el único co-sustrato es oxígeno, y el residuo de la reacción es agua las vuelve un biocatalizador muy ecológico (Lante et al., 2000). En este proyecto se estudian las características de este Geobacillus con un énfasis en la presencia de su actividad Lacasa, que llama la atención por la localización geográfica del microorganismo. Las Lacasas tradicionalmente se asocian con la descomposición de la biomasa vegetal, la que está prácticamente ausente de la Isla decepción, aunque se han reportado Lacasas que participan como elementos de resistencia a metales en algunas especies bacterianas (Grass y Rensing 2001). Mediante el ensayo enzimático de oxidación de la Siringaldazina, un sustrato específico de las Lacasas (Harkin y Obst, 1973), estudió la capacidad de inducción de la enzima en presencia de cationes metálicos y de polímeros de lignina. Entender la función fisiológica de ésta enzima podría tener implicancias en nuestra comprensión de los mecanismos mediante los cuales los extremófilos resisten las condiciones ambientales antárticas y se relacionan con su entorno.