Abstract

La ciudad de Valparaíso ha sido objeto de innumerables representaciones artísticas a lo largo de su singular historia. A falta de carta de fundación, los porteños, hasta cierto punto, y como bien expresa el Gitano Rodríguez, no han sabido nunca de su historia. Valparaíso no solo se ha dado el lujo de “nacer allí, sencillamente”, sino de revertir categorías estéticas, a veces por capricho, otras por su condición topográfica. Valparaíso es una ciudad “pintoresca”, que se deja dibujar, narrar, musicalizar mediante transformaciones imaginativas. Pero también es pintoresca en un sentido material: como un cuadro, se resquebraja, destiñe, desenmarca. La ciudad de Concepción no alcanza aquel carácter pintoresco, porque ella vive en “un permanente acto de fundación”como bien señala Cristian Berríos, por causa de desastres bélicos y naturales que han asolado históricamente a la ciudad. Concepción es una ciudad “Mártir”, como la llamó Horacio Lara Marchant, que nace, agoniza y resurge frente a “los elementos exterminadores de las sangrientas contiendas (que) habían concluido y empezaban las leyes de la naturaleza a conjurarse contra su tranquilidad y su fortuna”. Su espíritu resiliente y valeroso permanece cristalizado en las ruinas de su propio rostro: fragmentario y contradictorio.