Abstract

Si una época puede ser caracterizada por el tipo de subjetividades y de experiencias que en ella comienzan a ser posibles, diremos que la nuestra puede darse como una época que tiende a la comunicación universal. Pero lejos de manifestarse bajo una forma de diálogo intersubjetivo como lo podría pensar Habermas, lo que se comunica se vuelve inseparable del formato en que se presenta y de los dispositivos técnicos en los que se distribuye. Lo que se transmite en las redes informáticas, en las redes, en los dispositivos y gadgets contemporáneos no es, en muchos de los casos, ideas, valores o discursos, sino pequeños gestos o “gimmicks”, las más de las veces gráficos, y que en su aspecto informático corresponden a bucles de programación: “memes”, “emoticones”. Mientras que la transmisión misma tiende a darse viralmente. Lo más fácil sería atacar tal situación declarándola como miseria simbólica o como resultado de la pérdida de nuestra cultura literaria y oral ¿Pero no es también posible señalar, siguiendo ciertas sugerencias expresadas por Benjamin y Deleuze, que ahí donde no parece haber comunicación, o ahí en donde parece haber muerto toda capacidad reflexiva algo comienza a surgir? No una nueva forma de comunicación, sino el esbozo de una nueva transmisión ¿Una poética del GIF? ¿Hay un lugar para la política en esta poética de la repetición tonta?