Abstract

La ciudad desnaturaliza es el equívoco doctrinario que consiste en presentar como nueva cientificidad lo que con frecuencia no es más que una reformulación financiera del urbanismo postmoderno. La polis planificada por tecnócratas anquilosados en principios e ideológicas anacrónicas de libre competencia que consideran al ciudadano como un simple consumidor de suelo, un cliente objetivo desarraigado de su entorno socio-espacial. En este contexto de complejidades y plusvalías, la industria inmobiliaria promueve el axioma de que el sector privado puede invariablemente producir mejores condiciones de habitabilidad y desarrollo que el Estado. Sin embargo, esta afirmación dista de haber quedado demostrada. Por ello, es valido afirmar que sociabilizar las opciones que justifican decisiones de desarrollo urbano tanto por densificación como por extensión de la ciudad, es un ejercicio que fortalece la evolución democrática del habitar. En definitiva, lo que aquí se cuestiona es la desviación del planeamiento holístico y participativo hacia un discurso ideológico fundamentado en la noción de presiones temporales y la sobrevaloración de los juicios tecnocráticos desposeídos de instancias de participación ciudadana, que surge cuando se confía, exclusivamente, al racionalismo positivista propio de la planificación postmoderna la misión de tutelar decisiones cuya amplitud y consecuencias rebasan ampliamente el ámbito de la innovación y el progreso económico de la ciudad.