Abstract

En los últimos cuarenta años, las operaciones turísticas entre el salar de Uyuni, en Bolivia, y el salar de Atacama, en Chile, han configurado complementariedades territoriales entre ambos sectores. La noción de paisaje cultural se ha incorporado a la oferta turística conformando un mosaico de atractivos culturales, naturales y paisajísticos que ha hecho del turismo un vector de transformaciones territoriales que se suman y amplifican a las promovidas por el capital minero. En efecto, el crecimiento acelerado del turismo en el área ha sido sinónimo del crecimiento no planificado de la infraestructura y la población flotante, la sobreexplotación del recurso hídrico y el rebasamiento de la capacidad de carga de ecosistemas frágiles; pero también ha fortalecido identidades éticas que tampoco han estado exentas de tensiones y entendimientos con la actividad turística.