Abstract

En el ámbito de la enseñanza Formal y específicamente la Enseñanza Media, la noción de “cultura juvenil” emerge en Chile a comienzos de los años noventa, ante la necesidad de designar un conjunto de fenómenos persistentes y relativamente extendidos, tales como apatía, desinterés, violencia, consumo de drogas, estetización, sexualidad y embarazo precoz, deserción, repitencia y bajos rendimientos en general, los que dificultan el logro de los objetivos educacionales. En la medida que la misma noción utilizada da cuenta de la capacidad que tienen los jóvenes estudiantes de generar o asumir actitudes, comportamientos y orientaciones valóricas propias, el problema que se plantea en términos de política educacional tiene que ver naturalmente con la tensión que impone a sus pretensiones tradicionalmente verticalistas, emanadas desde posiciones adultas e ilustradas, la emergencia de una cultura que no deja de manifestarse en su voluntad de autonomía. / Algunas de las preguntas que surgen en este contexto son las siguientes: ¿Cómo cabe pensar las relaciones entre la cultura juvenil y el mundo de la educación? ¿Es posible pensar integrar la cultura juvenil a la educación? ¿Bajo qué condiciones? ¿Con qué límites? ¿Qué puede ganar cada uno de ellos con esa integración? ¿Qué políticas debieran resultar de lo anterior? La presente exposición tiene por fin explorar en este campo de relaciones, abriendo nuevas perspectivas o indicios en base a una problematización de las políticas educacionales que hasta el momento han sido a llevadas a cabo para enfrentar el fenómeno. Nuestro supuesto de base, como lo hemos adelantado, es la necesidad de reconocer que estamos genuinamente en presencia de dos esferas imbricadas, pero autónomas, y que como tales pueden entrar en relaciones no solamente de conflicto o sometimiento, sino también de cooperación y reciprocidad.