Abstract

Todos los componentes de los alimentos son sometidos secuencialmente a degradación enzimática y condiciones de pH que afectan diferencialmente a proteínas, carbohidratos y grasas. Sin embargo, compuestos de origen vegetal con propiedades fisicoquímicas menos predecibles, tales como fenoles y fitoesteroles, entre otros, ingresan al tracto gastrointestinal protegidos del entorno digestivo por la pared celular de células vegetales, la cual solo pierde integridad gracias a la acción colectiva de la comunidad bacteriana que reside en la sección colónica del aparato digestivo humano. Una vez que los compuestos son liberados de las estructuras que originalmente los contienen, existe la posibilidad de interactuar con elementos críticos de la maquinaria biológica del comensal, primariamente con la microbiota, la barrera epitelial y subsecuentemente, con circuitos sistémicos. Cada uno de estos niveles de interacción resulta en una respuesta integrada y coherente de la homeostasis del holobionte frente a la ingesta de alimentos, que a su vez, obedecen a variables medioambientales diversas, son ingeridos de forma oscilante y cambian notablemente durante el curso de la vida. La inherente complejidad del eje de interacción dieta-microbiota-huésped es sin duda un desafío para el estudio de la nutrición, sin embargo, el desarrollo tecnológico nos invita a desplegar nuestra curiosidad en el estudio de fenómenos fisiológicos que ocurren en un ecosistema de interacciones que pueden ser abordados con múltiples enfoques. En esta oportunidad compartiré con Uds. Los cambios que el INTA de la Universidad de Chile ha tomado para contribuir a la identificación de interacciones dieta-microbiota-huésped biológicamente relevantes.